PRECURSORES DE LA PEDAGOGÍA
PEDAGOGÍA
PAULO FREIRE
CARLOS FUENTEALBA
PEDAGOGÍA MONTESSORI
PEDAGOGÍA DEL MAESTRO IGLESIAS
LA ESCUELITA DE OLGA COSETTINI
EL DISCURSO PEDAGÓGICO MODERNO
Educación para la identidad:
Desde que nacemos tenemos un
sentido de pertenencia impreso en nuestro ser, del que necesitamos, y no
podemos prescindir, para nuestra supervivencia. Pertenencia a un progenitor,
pertenencia a un grupo primario, pertenencia a grupos sociales, pertenencia a
un grupo lingüístico, pertenencia a una nación… todos dependemos de otros y
sobrevivimos gracias a ello. Por este motivo, la identidad nacional, nos
permite identificarnos con un grupo de individuos que comparten valores
culturales similares, elementos, costumbres, tradiciones, códigos que nos
caracterizan e indefectiblemente nos identifican. Esta diversidad, que en cada
nación tiene sus particularidades, debe verse como una ventaja. Por ejemplo en
Argentina (crisol de razas), desde la llegada de los colonizadores, la entrada
de esclavos de África, pasando por el auge de la inmigración en la década de
1880 y hasta la actualidad, se ha producido una amalgama de valores culturales
que han dado origen a una nación rica en diversidad. Este fenómeno llevado a
las aulas, mueve al maestro a ser el nexo entre estos eslabones heterogéneos.
En las aulas encontramos representantes de diversas culturas (cada vez más):
asiáticos, europeos, latinos, etc. es deber del maestro, comprender que el
respeto (dar su lugar al alumno), es imprescindible, y, que es vital encontrar
en la heterogeneidad, una ventaja pedagógica. Es un trabajo que requerirá de
dedicación diaria atacando los prejuicios y el etnocentrismo.
Es lamentable que aun hoy,
tengamos que presenciar actos discriminatorios en las aulas. Un ejemplo son los
niños romaníes (hijos de gitanos) que conviven en las escuelas con criollos, un
honor para ellos. Triste es ver su desilusión al verse obligados a abandonar su
escolarización, yendo en contra del sistema legal, por resguardar su integridad
física y moral, a raíz de la discriminación (muchas veces violenta) de la que
son objeto.
Educación para la democracia:
Educar para la democracia es
abarcar una amplia gama de aspectos que hacen a la vida diaria. Significa
conseguir, a través de la escuela, que los alumnos valoren este tipo de régimen
en el que gozan de libertades individuales con respeto a los límites razonables
que impone la moral, la ética, el criterio y las leyes. Es así como la escuela
tiene la labor de fortalecer los pilares básicos: la vida, la verdad, la
justicia, la paz, hacer de los educandos, ciudadanos capaces de ser sujetos
activos dentro de la sociedad a la que pertenecen. Esto de convertirse en
sujetos activos, no solo tiene que ver con la participación popular, sino
también con el desarrollo del pensamiento crítico, que tendrá mucho que ver a
la hora de la toma de decisiones cívicas, que influirán en el devenir de su
historia. La escuela debería de ampliar la mirada hacia el futuro para que los
alumnos busquen mejorar su calidad de vida haciendo valer sus derechos. Y, en
este particular, el trabajo también es diario.
Educación para la productividad y el crecimiento:
Este tipo de educación busca
formar ciudadanos capaces de construir su propio modelo de relaciones
laborales, acumulación y distribución de bienes producidos. El sistema
educativo lo logra, poniendo al alcance de los educandos, recursos cognitivos a
partir de los cuales desarrollen destrezas que les permitan moverse en el
cambiante escenario mundial. En la escuela, puede reflejarse en programas
educativos con orientaciones técnicas, comerciales, rurales, que perfeccionan
al alumno para que sea capaz de emplear el entorno en el que vive, los recursos
del medio y las políticas económicas a su alcance, en la productividad y el
crecimiento de su microeconomía. El fortalecimiento de estos pequeños núcleos
productivos, permitirá el avance de las economías regionales y la economía
estatal. No dependeremos de la importación para contar con productos de
calidad, al menor precio.
Educación para la integridad y equidad social:
Los movimientos sociales dentro
del país, son el escenario en el que muchos alumnos se han criado y formado
ideas, ideales, pensamientos… la escuela toma, entonces, como desafío, integrar
al ciudadano. Éste debe comprender que goza de igualdad ante la ley, igualdad
de posibilidades, mientras no se aleje de la escolarización. No queremos ser
cómplices de un sistema educativo, que por no poder o no saber contener al
alumno, lo margine, excluyéndolo del sistema o privándolo de herramientas para
el aprendizaje o contenidos básicos que, en definitiva, le pertenecen.
Muchos son los intentos, desde el lado del Estado nacional, provincial,
municipal y de particulares, por alcanzar un nivel de integración pleno. De
allí que hayamos sido testigos del programa “Conectar Igualdad” desde 2010 como una política de inclusión digital de
alcance federal, distribuyendo netbooks a todos los alumnos y docentes de las
escuelas secundarias, de educación especial y de los institutos de formación
docente de gestión estatal. El noble propósito del programa se expresó en estos
términos: “El Programa contempla el uso de las netbooks tanto en la escuela
como en los hogares de los alumnos y de los docentes, impactando de este modo
en la vida diaria de todas las familias y de las más heterogéneas comunidades
de la Argentina. En este sentido, Conectar Igualdad se propone trabajar para
lograr una sociedad alfabetizada en las nuevas Tecnologías de la Información y
la Comunicación (TIC), con posibilidades de un acceso democrático a recursos
tecnológicos e información sin distinción de grupo social, económico ni de las
más diversas geografías, tanto rurales como urbanas. Alumnos, docentes,
familias, directivos y referentes tecnológicos forman parte de este proceso que
pretende generar profundas transformaciones para fortalecer la nueva escuela
que consolide una Argentina justa, libre y soberana.”
El problema surgió cuando el Wifi libre en las
escuelas permitía el acceso a todo tipo de material, que ahora, sin filtros,
quedaba en manos de los educandos y a su propia asimilación. Por otro lado, el
auge de las redes sociales convirtió las netbooks en estaciones de
aprovisionamiento de datos sobre la vida de los demás que generaban cada vez
más dependencia. Y, por si esto fuera poco, los programas, en su mayoría, no
adaptaron su desarrollo al uso de las máquinas que quedaban en casa o iban y
volvían en la mochila para salir de ella con otros propósitos, lejos del
original.
Más allá de los contras, el haber hecho llegar la
tecnología digital a las escuelas y de manera gratuita es un gran paso, que no
se debe desestimar.
Otro mecanismo de integración es el trabajo de los
docentes receptores de alumnos con capacidades especiales en las escuelas
convencionales. ¿Hasta qué punto resulta ser un programa integrador si se
descuida a la mayoría del alumnado para poner al corriente a uno? De última,
¿está ese alumno con su maestro?
El programa “Ponele título a tu secundario”, es
otro intento del Estado por integrar a la sociedad a quienes no terminaron el
cursado de su secundaria.
LA EDUCACIÓN COMO DERECHO
El derecho a la educación es la garantía de que podemos acceder a la educación, en busca de la construcción de un mundo mejor, porque se han aunado factores básicos como:
·
Gratuidad
·
Obligatoriedad
·
Formación docente
·
Presencia y compromiso de la figura estatal
·
Universalidad
La
escuela como institución formadora nace durante el siglo XVII. Los padres dejan
en manos del maestro la formación de sus hijos.
Con la
Revolución Francesa en 1789, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, los modelos: social, político y económico de la época, cambiaron. El
vasallaje dio paso al ciudadano con igualdad de derechos y garantías,
prescindiendo de la esfera a la que pertenezca. De este modo, se dio un marco
legal a derechos naturales que fueron reconocidos como tales por los Estados,
comprometiéndose a brindarles protección.
En 1853 en
Argentina, con la sanción de la Constitución Nacional, el derecho a la
educación fue garantizado en el artículo 14. El artículo 14 bis se refirió a
derechos sociales que exigieron más al Estado, en lo que tiene que ver con
planificar para ser garante del derecho (haciendo lugar en el presupuesto para
la educación, haciéndola obligatoria, gratuita).
Durante las
primeras siete décadas del siglo XX “ser argentino” era ser alfabetizado
(cultura), ser ciudadano (política) y tener trabajo asegurado (economía). La
ley Sáenz Peña impuso el voto secreto, obligatorio y, para 1947, la ley del
voto femenino, marcaron cambios sociales y políticos que repercutirían en el
derecho a la educación en el país.
Aunque las
condiciones económicas mejoraron, apareció la desigualdad social y la
desequilibrada distribución de la riqueza. Surgió en el país un período de
terror: el de las dictaduras militares que dislocaron el proyecto educativo del
país a través del desarme de la estructura docente, atentar contra las
garantías individuales y la censura que llevó al terrorismo de Estado.
Hacia fines del
siglo XX la identificación de derechos de tercera generación abrieron una nueva
rama hacia la educación multicultural respetando lenguas nativas, educación
ambiental y escuelas para grupos étnicos, así como la formación de docentes con
ese fin.
En Argentina se
plasmó en la Constitución con la reforma de 1994. Durante ésta etapa, comienza
a vislumbrarse un cambio en el mapa de edades por la quema de etapas de jóvenes
que a temprana edad se convertían en padres, se insertaban al mercado laboral o
eran condenados por la ley y debían de compatibilizar esas condiciones con el
tiempo para la escolarización.
Ya en el siglo
XXI, la crisis del 2001 preparó el escenario para un círculo vicioso que
llevaría a que la familia haga responsable a la escuela de ciertas falencias y
viceversa: la escuela culpar a la familia. Aparecen en escena conceptos como la
“ciudadanía de baja intensidad” y la “escolaridad de baja intensidad”.
En
la actualidad la imposición de derechos convive con la sustracción de derechos.
Los niños y adolescentes convertidos en alumnos por imposición, conviven con
adultos precoces que por una razón u otra ya están en el sistema judicial, lo
que los priva de derechos de los que deberían gozar.
El
alumno es un sujeto de derecho porque es el receptor de las herramientas,
experiencias, saberes, estrategias, etc. que le permitirán ejercer sus
derechos, ampliarlos y sumar nuevos.
Algunas
prácticas pedagógicas que ponen como centro la educación como derecho son:
·
Las que no intenten enseñar lo que los alumnos
quieren aprender (pedagogía centrada en los intereses del sujeto), sino, la que
abre el mundo ante los ojos del alumno.
·
Las que no ligan el éxito de la educación a la
condición social, étnica, familiar, cultural o económica, sino que aplican
prácticas pedagógicas que les hagan sentir que pertenecen a una sociedad de
iguales donde recibirán la mejor educación a lo largo de la vida y tendrán
garantizada la participación.
·
Las que habiliten situaciones que permitan que
los alumnos construyan su propio futuro, dejando atrás la pobreza y superándose
en la vida, construyendo un mundo de mayor justicia con sus propias manos
(emancipación).
·
Las que prevengan al alumno de creer que la
pobreza es y será su estado natural, al que está condenado de por vida; una
propuesta pedagógica que lo aleje de la situación de fracaso.
·
Las que generen espacios en los que se den cuenta
que pueden aprender significativamente del otro.
·
Las que brinden herramientas y conceptos que les
permitan entender contextos y procesar al mundo desde una óptica crítica.
·
Las que permitan al docente interceder entre él
y el mundo ampliando la oferta cultural.
·
Las que emplean juegos, palabras, números que
les permitan interpretar el significado de la realidad.
·
Las que habiliten formas de respeto mutuo como
las que incluyan marcas delimitadoras.
La educación es un derecho
fundamental que nos permite ejercer plena y conscientemente los demás derechos.
Aunque el Estado asegura garantizar su cumplimiento, la realidad lo aleja como
el garante que dice ser.
Durante el siglo XVIII,
comenzó a tomar forma la idea de los derechos naturales, presentes en todos los
hombres, desde su nacimiento y por el solo hecho de ser hombres. Estos derechos
en conjunto (como tenían que ver con relaciones interpersonales y
Estado-individuo), dieron origen a la figura del ciudadano. Es entonces cuando
el Estado se compromete a asegurar esos derechos y defenderlos de sistemas que
atenten contra ellos (ya que los individuo como particulares, no contaban con
los medios jurídicos, institucionales y hasta económicos para hacerlo).
Argentina hizo realidad
este tipo de amparo cuando en la redacción de la Constitución Nacional, incluyó
artículos como el 14 o el 14 bis (donde se incluyeron derechos individuales,
civiles y sociales). Dentro de estos derechos enunciados estaba el de enseñar y
aprender.
Gracias a esto, el Estado
pudo tomar otro tipo de medidas que aseguraran la educación gratuita y
obligatoria, entre las que estuvieron, darle un lugar en el presupuesto a la
provisión de recursos humanos y materiales para tal fin. Hasta aparecieron
guardapolvos blancos, que llegaron a ser sinónimo de educación pública.
Hasta 1975 el panorama en
el país, aunque presentes algunas desigualdades, parecía prometedor: las tasas
de escolaridad subieron y las posibilidades de empleo también. De repente, en
1976, una seguidilla de atentados contra la Constitución y sus garantías
acabaron con los derechos de los ciudadanos. La censura y el terrorismo de
estado estaban presentes.
Las garantías
constitucionales, se recuperaron al volver la democracia, pero el escenario
social y económico en pleno cambio (gracias al proceso de privatización ya
iniciado), marcó diferencias entre la población.
Hacia finales del siglo
XX, la toma de conciencia de la presencia de pueblos originarios en el
territorio argentino, orientó los esfuerzos del Estado a la atención de estos
grupos étnicos en lo que se llama “educación multicultural” (conservando su
lengua materna y no dejando de lado valores culturales propios).
Para nuestros días, todos
los habitantes del suelo argentino podrían gozar de sus derechos plenamente
(como el de educarse), porque los mecanismos que deberían garantizarlo están
presentes. El problema se da en las personas de un lado y otro de esos
mecanismos. Del lado de los docentes, el compromiso a que la educación sin
diferencias y de calidad, alcance a todo nuestro grupo humano a cargo. Esto
implica en inmenso desafío de enfrentar los cambiantes mapas de edades que
encontramos en la sociedad a medida que otros factores (económicos, políticos,
tecnológicos) se conjugan. Del lado de los alumnos, ubicar (con ayuda de los
padres o tutores si los hubiera) su atención, tiempo y dedicación a la
escolarización, para manejar las distracciones y circunstancias personales (ya
que hay alumnos que trabajan, menores judicializados o tienen una carga
familiar).
Esto, no quiere decir, que
la pedagogía deba adaptarse a los intereses del sujeto, sino, se capaz de crear
un sentido del deber en el educando para que llegue a educarse, emplear
herramientas que le permitan entender e interpretar contextos, tener un
pensamiento crítico y no temer a expresarlo, dando contenido ético y moral a
las clases.
De este modo, los alumnos
entenderán que el derecho del que están disfrutando (aprender, der enseñados,
formados, educados bajo una identidad), sentados en las aulas, hay que
defenderlo cada día, en pequeñas acciones (no discriminatorias); que son
capaces de cambiar el mundo desde su lugar y, de ese modo, que no los aplaste
la realidad presente.
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